Fan fic de novelas romanicas de vampiros constituida por 4 historias divididas en cuentos diferentes. Se advierte que puede tener contenido adulto (+18).
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miércoles, 23 de marzo de 2011

Capitulo 2:

Todos se preguntaban que tenía ese chico que hacía que hasta la más exceptiva de las mujeres se rindiera a sus pies. La respuesta era más simple de lo que cualquiera pudiera tratar de maquinar en su mente para justificar el hecho de que él fuera siempre el centro de toda atención, eran esos ojos. Ese par de astros azules que hacía que el mar se muriera de envidia y los cielos se opacara ante su brillo. Puede que él fuera un patán engreído, un mujeriego que manipulaba a todas sin discriminar, pero esos enormes ojos le abrían puertas de una manera que parecía una exagerada ilusión. Muchos podían decir que eran solo ojos, en especial los hombres que tenían que competir con él y soportar que el consiguiera todo lo que quisiera solo parpadeando un par de veces, pero aquellos azulados espectros eran la ventada de el alma, su alma, que mostraba ser aguda, segura pero frágil a la vez. Frio, mucho frio, era eso lo que más proyectaba. Su alma estaba gélida y desesperada de calor. No podían culpar a las mujeres de tratar de ser las elegidas para calentar sus frías noches de invierno, lamentablemente nadie lograba conseguir más que una aventura con él. Su enorme temor a la intimidad y a ser por fin capturado por una sola mujer le era inevitable y sofocante. Su experiencia le había enseñado que por mucho que amaras y fueran completamente feliz, la vida siempre te escupiría a la cara y se reiría en frente de ti por ser un incrédulo y pensar que había un final perfecto. Por eso había optado por ser él que se riera a la cara de los demás. Que mejor manera de evitar ser la victima que siendo el victimario. Por el momento le resultaba muy bien esa táctica y no pensaba en cambiar. Estaba tan cómodo en su lugar que las fallas que tenía su plan maestro valían la pena. Quien necesitaba sentirse completo por dentro cuando podías llegar ese hueco con cosas materiales y superficiales y simular que todo estaba bien. Él lo necesitaba, pero esa ya no era una opción para él.

Hoy era una de esas noches donde Dante demostraba una vez más que el mundo estaba a sus pies. Junto a su escaso grupo de amigos, iban a ir al mismo bar de siempre a la misma hora de siempre. No había muchos hombres que soportaran por mucho tiempo su presencia o mujeres que quisieran solo pasar el rato con él, por lo que sus amigos eran pocos pero buenos. Su grupo consistía en Diego, su amigo de la infancia que creció junto a él, así que sabía el porqué de su personalidad y aunque no aprobaba el cambio de su mejor amigo, entendía a la perfección como llegó a ese punto. Él era el único por el cual Diego pondría las manos al fuego. Diego era un muy buen amigo aparte de una muy buena persona, era del tipo que nunca decía que no a un favor y que siempre sabia que decir luego de escucharte hablar por horas. Era para preguntarse qué hacia una persona como el cerca de alguien tan… como Dante. Bueno, esa pregunta no tenia explicación, pero era evidente lo mucho que se apreciaban, más aun cuando la única persona que no era aplastada con el ego de señor ojos encantadores era él, ya que Dante se había encargado que su amigo no sufriera las consecuencias de ser como era. Otro miembro de su grupo era Marie. Era algo inesperado que una mujer fuera parte de su grupo ya que ellas más bien eran parte de la fila para entrar en su cama, pero esta mujer era inmune a él. Básicamente era porque ella tenía otro tipo de gustos muy alejados de los hombres como Dante o Diego, mejor dicho, muy alejado de los hombres en general. Su carácter fuerte y determinación eran muy atractivos, además lucía casi como una diosa griega. Su pelo rojizo caía sobre sus hombros incitando a seguir mirando su delgada y voluminosa figura casi tallada a mano que hacia juego con su rostro de ninfa hipnotizando la vista. Todo un desperdicio de mujer ante los ojos de Dante, pero su pequeño “defecto” le permitía tenerla aun como una de sus más preciadas amigas. Y ese era todo su grupo. Las demás personas que se iban integrando a ellos no duraban mucho más de un par de días. No es que a ellos tres les importara mucho, con ellos bastaba pero Mary y Diego sentían que la actitud de su amigo no era la indicaba, no solo para el resto sino para él. Pero convencerlo era como bañar a un gato, extremadamente complicado y doloroso. Preferían hacerse los ciegos por más que vieran que su amigo estaba autodestruyéndose poco a poco. 

-¿Puedes solo por esta vez no irte con la primera que veas y dejarnos disfrutar un rato los tres tranquilos?- la voz de Diego apareció entre la música mientras los tres se acercaban a la barra del Infierno, el bar que solían frecuentar. Era más bien un estilo entre gótico y rockero. Nada muy elegante pero tampoco de mala muerte. Se podía decir que era el lugar ideal para cazar y para Dante eso era lo que importaba. Los tres se pidieron una cerveza para empezar. La noche era joven y ellos no eran principiantes. 

- ¿Vas a prometerlo o no?- la seductora y firme voz de Marie hiso que Dante desviara la vista desde un grupo de mujeres hacia ellos. Lo tuvo que pensar un par de minutos. Le estaban pidiendo a un drogadicto que dejara la heroína de lado.

- Esta bien, no me iré con la primera… pero el trato no me impide no irme con la segunda

Mary y Diego se miraron resignados. Ese hombre no tenia solución y tampoco intenciones de buscar cura para su enfermedad. Cortaron el tema cuando las cervezas se le fueron servidas. Las tomaron y fueron a una de las mesas apartadas de todo el bullicio. Siempre se sentaban en la misma ya que desde ahí podían apreciar todo y a todos. Y siempre había un par de ojos que observaban a cada mujer del lugar en busca de una noche de pasión. Era como tener visión de águila pero para curvas.

- Oh mi Dios- murmuro casi embobara Marie forzando a ambos hombres a mirar en dirección hacia donde ella miraba. La multitud no los dejaba entender muy bien cual era la fuerte de su asombro. Pero entre la multitud se hiso un espacio, dejando pasar a la persona dueña de la atención de Marie. Diego y Dante se unieron a su amiga ante la hermosa visión que tenían en frente. Nunca habían visto a alguien tan… no, definitivamente ni uno de los tres tenía palabras para describir a aquella chica que bailaba en medio de la pista como si no hubiera nadie más en el lugar. 

Dante se quedo hipnotizado. Esa mujer no era como las mujeres que habían pasado por su cama, ella era diferente, en muchos sentidos. Era hermosa, por dentro y por fuera. No la conocía, era la primera vez que la veía, pero con solo una mirada supo que ella, era realmente pura de alma. Algo muy diferente a el. Y había que ser ciego para no ver su belleza exterior. Su cabello castaño y corto le llegaba hasta el hombro, haciéndole tener una apariencia un poco infantil. Cada mechón estaba donde debía estar, el lugar justo para seducir a un hombre con su inocencia. Sus ojos hacían juego con su cabello. En todo momento gentiles y no dejaban de brillar bajo las luces del lugar. Sus ojos bajaron inconscientemente a las curvas de sus labios. No pudo evitar imaginarse teniendo esos labios contra los suyos. Eran tan apetitosos que su estomago gruño del hambre. El escrutinio siguió bajando hasta su cuerpo. Aunque no era muy alta, su delgada figura la hacia ver mas agraciada que cualquiera de las mujeres que estaban en el lugar. Se movía como si flotara, sensual, inocente, alegre. Sus manos ardían por seguir cada curva de su cuerpo sacado de sus propias fantasías privadas. Esta mujer era perfecta... no, era perfecta para el. 

-Ni- lo- pienses Dante- dijo Marie sin apartar los ojos de aquella mujer que seguía bailando sin prestar atención a nadie, solo movía su cuerpo como si tratara de liberar cada una de sus emociones en la pista. Era un juego sensual entre ella y el que se atreviera a mirarla. No trataba de cazar ni un corazón en especial. Ella solo quería ser libre y cada movimiento cumplía su misión – prometiste no meterte con la primera y creo que a ella la vi yo primero

-Dudo que tenga los mismos gustos que tu- gruño por lo bajo. La sola idea de ver a otra persona acercándose a aquella mujer le hacia enojar. No entendía por que, pero lo atribuyó a que ella se había convertido en uno más de sus caprichos. No quería buscar una respuesta mas profunda. El no quería ser míster profundo.

-Y yo dudo que le gusten los de tu tipo. Sabes, a algunas mujeres no les gusta ser usadas como trapero sucio.- su autosatisfacción dejo a Dante sin nada más que resignarse a no moverse y no acercarse a la mujer. Marie se paro dándole el último sorbo a su cerveza y se dirigió a la pista de baile. Diego dio una palmada en la espalda de su amigo casi con compasión, pero su sonrisa burlona dejaba de lado esa intención. Lo estaba disfrutando y no tenía reparos en mostrarlo abiertamente. Después de tanto tiempo aprenda a encontrarle la diversión al dolor de su amigo cuando uno de sus caprichos de galán no le daba resultado

-Jódete- murmuro sin poder dejar de ver esa hermosa visión, sabiendo perfectamente cuál era la cara de su amigo en ese momento. ¿Qué tenía esa chica que le hacía sentir diferente?. Sacudió su cabeza ante su pensamiento. Era otra mas, solo eso. Una más a la lista, pero no podía evitar pensar que ella estaba ahí para él, para nadie más. Genial, ahora hasta sus pensamientos eran egocéntricos. Había llegado a ese punto donde todo debía girar alrededor de él. 

-Oh relájate, por una vez no vas a tener a una chica que te atrajo. Supéralo. Creo que Marie la va a disfrutar mucho más que tu. Y pues si a ella no le resulta… creo que podría intentarlo yo. – dijo con una gota de diversión en su voz, pero ambos sabían que no estaba bromeando. Como no querer intentarlo con la visión de una diosa que tenía en frente, como resistirse. 

Dante tuvo que contar hasta mil para no perder los estribos. No sabía que le pasaba en este momento pero se estaba sintiendo como un animal acorralado con la necesidad de marcar a aquella chica como de su propiedad. Era irracional e ilógico sentirse así ante alguien que ni su nombre sabía. ¿Podía ser que su actitud le estaba pasando la cuenta ahora?. Prefería atribuirlo a eso que a estar sintiendo cosas más fuertes por una extraña. El nunca seria cazado, no permitiría que otra persona tuviera tanto poder sobre él, no otra vez. Adoptó una posición más relajada sobre su silla, bebiendo su cerveza como si fuera una noche como las otras. Pero por más que tratara de desviar la mirada de la chica que hablaba con Marie mientras seguían bailando, simplemente no podía. Su vista siempre regresaba a ella como si las demás dejaran de parecerle futuras conquistas. Cuando vio que Marie se acercó más a ella su cuerpo reaccionó a esa simple acción y se paró de un solo movimiento. 

-¿Estás bien?- la voz de su amigo fue lo que mantuvo su poca cordura. ¿Qué demonios pretendía hacer?, ¿raptarla a lo vikingo e incendiar el lugar?. 

-Solo, necesito ir al baño y luego buscar otra cerveza- dijo tratando de recuperar esa sonrisa pretenciosa. Pero no, el no estaba bien. Esto era completamente ajeno a él y no sabía cómo demonios reaccionar. Quizás solo estaba teniendo un mal día. El señor perfección también tenía sus días malos.

Se encaminó rápidamente hacia los baños de hombres. Pero entre mas se alejaba mas pensaba en ella, pero no podía ir a otro lado que no fuera lejos de s orbita. Él era el sol, no un planeta. Tuvo que mojarse el rostro un par de veces para reaccionar. Incluso su propia imagen en el espejo lo torturaba. No podía dejar de verla a ella acercándose a el por detrás, poniendo sus manos en sus hombros y volteándolo para besarlo intensamente, como si fuera la primera y última vez que fuera a besarlo. Y otra vez tuvo que mojar su rostro. Ese simple espejismo lo dejo ardiendo por más. Quedo mirando sus ojos azules por un largo momento en el espejo. No podía dejar de pensar en cuál sería su nombre, en como sonaría su voz al decir su nombre, en cómo se sentiría su cuerpo bajo el de él.

-Estoy jodido- murmuro para si mismo bajando su cabeza. Finalmente había pasado. Superman había encontrado su kriptonita.
Muy lejos de la ciudad, donde la naturaleza adorna las residencias, el silencia iba siendo remplazado por un continuo murmullo de maldiciones y reclamos sin receptor alguno. La vampira estaba hecha una furia. Como maldición pretendían que sobreviviera en el aislamiento del bosque al estilo caperucita roja, si ella estaba acostumbrada a tener siempre a la gente a su alrededor. Odiaba llamar la atención y era lo que más hacia cuando estaba en la ciudad, pero esto era irse al extremo opuesto. Los humanos por alguna causa eran muy receptivos ante presencias sobrenaturales, claro que eran lo suficientemente ignorantes y superficiales como para tomarlo como simple atractivo físico. Y esta rubia de ojos verdes y una figura tan atractiva como elegante si que era un imán para las miradas. Agregándole su doble naturaleza solía tener fijo un par de ojos siguiendo las perfectas líneas de su cuerpo.
Definitivamente este no era el lugar para ella. Zoe encajaba a la perfección aquí porque era una psicópata antisocial pero ella no. Un gruñido de reclamo sonó en la cabeza de Elena, haciéndola sonreír. Estaba aclaro que el calificativo para su hermana le había llegado perfectamente. Era uno de los privilegios y maldiciones de pertenecer al mismo escuadrón y haber intercambiado sangre muchas veces. Los lazos de sangre y lealtad eran extremadamente fuertes y permitía que las guerreras pudieran comunicarse telepáticamente. Claro que no podías tener este tipo de enlace con cualquiera. Se requería por lo menos tres intercambios de sangre. Era algo así como un seguro o una barrera. Así no permitías que cualquiera hurgara en tu mente.

Ya un poco más calmada, Elena se resignó a lo que le tocaba. Pero lo que más la había hecho enfurecer era que habían puesto a Mel justo en el lugar que ella quería. Mel estaba muy equivocada si pensaba que había pasado desapercibido su comportamiento. La rubia vampira lo sabía desde que había notado sus retrasos a la hora de juntarse las 4 en la azotea. La ciudad era su territorio y sabía cuando otro vampiro andaba a sus alrededores. Y demonios, nunca confundiría ese olor a rosas recién cortadas y a roció de la mañana que Mel solía desprender. Sabía perfectamente que la vampira había estado dejando de lado su trabajo para hacer quien sabe que cosas en la vida humana nocturna. Claro, ahora hasta la habían premiado poniéndole en bandeja sus escapes. ¿Y ella donde estaba?, en un maldito y aburrido bosque. 

-Ya deja de quejarte- la vos resonó en su mente como un regaño cariñoso venido de una verdadera hermana mayor. En cierto punto esa era la única voz que lograba calmarla. 

-Ya veremos cuanto te va a gustar a ti estar en este bosque muy lejos de esa cosa azul que tanto te gusta

-Se llama mar y lo superaré, créeme.

Inmediatamente Elena le cerró su mente a Selene. No necesitaba que la señora madurez le dijera cuan mal estaba su comportamiento. Prefería patear piedras que saltar a lo campanita en ese solitaria y sofocador bosque. Apenas cortó la conexión con Selene sintió una presencia en el lugar. Era pequeña y para nada amenazante, pero la vampira había aprendido que nada era insignificante o pacifico. Todos y todo dañaba. Siguió caminando como si nada, dejando que fuera lo que fuera siguiera sus pasos. Le sorprendió que no se alejara de ella como lo solían hacer todos, en especial los de su raza que conocían su reputación, ero esta pequeña cosa la seguía. Ya no podía soportar esa sensación de ser ella la perseguida así que se teletransportó detrás de su seguidor. Tuvo que soltar un suspiro de alivio cuando vio en frente de ella un cachorro de lobo. Solo alguien inocente e ignorante de su poder pudo hacerse puesto en tal peligro. Elena se agacho mirando al lobito que la contemplaba con la cabeza ladeada como si el también estuviera analizándola, pero de una manera menos calculadora, más bien con curiosidad. Elena acercó su mano a él lentamente dejando que la olfateara primero. Para su sorpresa el lobo acacho la cabeza dejándose acariciar. Ella sin pensarlo lo hiso en suaves y lentas pasadas. Sabía que este terreno era inhabitado por lobos y que solo las sombras eran el peligro del lugar, suponía que este lobito estaba perdido y seguramente no sabía mucho del cuento del lobo y el vampiro ya que era más dócil que la mayoría de su especie. 

-Ahora pequeño lobito, muéstrame tu verdadera forma o te regalo un bronceado gratis. Extra crujiente. – su voz seguía siendo suave e hipnótica pero a la vez mostraba que por muy pequeño que fuera, sabia su verdadera naturaleza y que era un hombre lobo, uno de sus enemigos naturales.

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