Fan fic de novelas romanicas de vampiros constituida por 4 historias divididas en cuentos diferentes. Se advierte que puede tener contenido adulto (+18).
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martes, 3 de mayo de 2011

Capitulo 4

Capitulo 4:

El deber siempre estaba primero. Al aceptar, mejor dicho al nacer con el deber de defender a tu raza no tenías más opciones que estar en el campo de batalla luchando por la sangre de tu sangre. Noche a noche, sin descanso. Era el precio por nacer diferente a los demás. Cuando averiguabas que tenias sangre guerrera, firmabas una sentencia para toda la eternidad de anteponer la vida del resto sobre tuya. Pues Mel odiaba eso. No había tenido derecho ni el poder para reclamar lo que se le había impuesto. No podías juzgar la sangre que corría por tus venas o pedir una nueva prueba. Aunque era la vampira más joven de sus 4 hermanas, había odiado cada día desde que supo su destino. No odiaba ser vampira, ni defender a los suyos, ella era buena en lo que hacía y nadie podría quejarse de eso, el problema es que seguía sintiéndose como ave enjaulada. Su poder era el aire. Lo manejaba como si su propio cuerpo estuviera hecho de ese liviano e invisible elemento. Pero no se puede enjaular al viento y ella se sentía completamente atrapada. No entendía como para sus hermanas de escuadrón parecía serles tan fácil esta vida, pero para ella era extenuante. Solo tenía 95 años y ya se sentía de 600 años.
La libertad de poder decidir era lo que más quería y lo que menos podía tener. No es que fueran esclavas de su raza, pero lo que ella preferiría hacer se contraponía a sus deberes como cazadora de sombras. ¿Era mucho pedir solo tener por un día una vida completamente normal sin tener que matar o ver como alguien moría?. Al parecer si era mucho. Por eso había tenido que salir del bar de un momento a otro. Había sentido la presencia de unas tres sombras cerca del área. Pero ella no se rendiría. Si no podían darle lo que quería iba a tomarlo a pesar de las consecuencias. De todos modos seguiría atada a su destino.

Desde que había llegado a esta ciudad hace unos meses, había estado salido a escondidas de su terreno de ataque para mezclarse con los humanos. No eran ellos los que le llamaban la tención, sino su libre albedrio. Ella cambiaria cualquiera de sus poderes por eso. Esa simple palabra que significaba un mundo entero para ella. Aun así no podía ser uno de ellos, pero lo pretendía. Y ahora que habían cambiado terrenos le era más fácil. Como juego del destino, su nuevo lugar eran las calles de la ciudad de Darkmoon. Por alguna razón un grupo enorme de sombras habían venido a esta ciudad a cazar a la reserva de vampiros que se había convertido en ciudadanos comunes y corrientes de este lugar. Ahora ella pretendía ser uno más del rebaño. Para celebrar que por fin una carta iba para su jugada, se dirigió al infierno, un bar en el barrio estación, conocido por sus innumerables bares. Ahí era donde la vida nocturna se realizaba. Por lo tanto la diversión y el peligro estaban a la orden del día.
El infierno no era un bar elegido al azar. Este bar era de propiedad de una manada de hombres lobo. A pesar de ser ellos sus enemigos, Erin ya había tenido una larga conversación con ellos. Algo así como; me cuidas, te cuido pero si atacas a los míos la paz termina. Un pequeño acuerdo que mantenía a las dos razas protegidas de las sombras pero no planteaba la amistad completa entre ellos. Así que tenían algo así como libre acceso a su bar mientras no atacaran a los suyos e hicieran su trabajo tan bien como siempre. Algo que Mel no iba a desaprovechar.

Apenas llegó supo que ahí era su lugar. Inmersa en las masas. Ella solo quería bailar y sacar toda esa presión que solía guardar en su corazón, bajo esa sonrisa amable. Necesitaba eso. Alejar a sus propios demonios y dejar su alma tan pura como podía. No importaba la música, ni el lugar, sino ella y el desafío de olvidar su destino y pretender por lo menos por 5 minutos que podría hacer lo que quisiera. No tardó mucho en acercársele una mujer y bailar junto a ella. Aunque podía leer sus intenciones en su aura y en sus movimientos, Mel no había venido a este lugar a buscar alguien a quien querer, ni en cuerpo ni en alma. Ya tenía la soga en el cuello como para meterse en más problemas. No dudó en hablar con ella y responder sus preguntas amablemente. Pero en todo momento sintió una presión sobre ella. Unos ojos que no se apartaban de su figura, en realidad muchas personas la miraban pero solo un par de ojos la había afectado así. No se demoró en encontrar la fuente. Era como si él la llamara con el pensamiento. Era tan fuerte que sintió un leve dolor de cabeza. No se atrevió a mirar a la persona dueña de esos ojos. No más problemas Mel, solo bailar y largarte de aquí, se repitió un par de veces en su cabeza.
Por un momento esa presión cesó, lo cual le pareció extrañamente más doloroso. Ignoró el hecho y siguió bailando hasta que sintió la presencia de esas sombras por el perímetro y tuvo que irse. Volvió a sentir esa misma sensación otra vez y una última vez luego de irse, en el callejón. Pero esa última vez fue diferente. Tenía que saber de quién eran esos ojos. Cuando vio por si misma ese par de ojos azules, supo que ahí estaba su perdición. Su cuerpo ardía por tocarlo y saber si era real, pero nuevamente sintió la presencia de sombras en los alrededores por eso no dudo en irse. Si la atrapaban en el lugar podrían lastimarlo a él y eso no se lo permitiría. Pudo captar la suficiente información de su aura como para poder encontrarlo de nuevo. Cuando estuvo fuera de su vista, se teletransportó al techo del bar. Por unos minutos se quedo observándolo. Podía sentir su desolación al verla irse así. No pudo evitar abrazarlo con su mente, mandando a su mente una imagen de brazos rodeándolo. Lo volvería a ver. Sería un grave error pero quería ver esos ojos azules de nuevo, por lo menos una vez más. Volvió a teletransportarse pero esta vez al lugar donde había presentido las sombras. Era hora de trabajar.

Le aburría una enormidad esperar a que las sombras atacaran. Además el recuerdo de aquel chico le aturdía de tal modo que en cualquier momento comenzaría a soñar despierta como una niña. Solo había mirado sus ojos y había bastado para tenerla pensando en que tenían que le habían alegrado la noche. Quizás era solo el hecho de que le mirara de verdad a ella y no con miedo por ser una de las guerreras. En su raza los guerreros eran temidos y respetados. Eran algo así como una leyenda, ya que no nacían muchos. Solo pocas familias tenían el privilegio de engendras a uno o dos. Pero el la miraba como si fuera… ¿humana?. No sabía si esa era la palabra correcta pero fuera donde fuera era vista de una manera diferente. Había notado que en el bar muchos la miraban con adoración por su cuerpo, otras con envidia por cómo se movía, pero solo un par de ojos había ido más profundo.

-¿Humanos profundos?. Bueno chiste. ¿No pesaste ser humorista?- la voz de Elena estaba llena se sarcasmo y de diversión. Podía notar que estaba hablando con otra persona pero a la vez metiéndose en su cabeza, donde no le incumbía.

-¡Te eh dicho miles de veces que no quiero que te metas en mi cabeza!- grito en su mente Mel. No quería que ella se enterara de que estaba pensando en un humano o pronto se sabría en que andaba. Y entre las 4 no habían secretos. O eso les gustaba pensar.

- Solo capte esa última parte y me pareció gracioso. Sé que andas en algo raro y no necesito entrar en tu mente para averiguar qué demonios pasa contigo

La comunicación se corto abruptamente. Estaba en problemas. Si no era más cuidadosa, sus salidas por la ciudad como si no tuviera un grillete de honor y deber incrustado en su pierna, habrían terminado. Justo en ese momento sintió el olor de tres sombras acercándose a un grupo de vampiros mezclados con humanos. Eso si estaba mal. Si dejaba que las sombras se acercaran podían revelar la identidad de las vampiras y lastimar a los humanos como a las vampiras. Odiaba la idea de pensar que pasaría si las vampiras eran descubiertas. Seguramente adiós libertad y era suficiente con una vampira esclava de su vida.



Llevaba horas sintiendo esa sensación de ser observada y seguida, de hecho esa sensación venia persiguiéndola por semanas. No sabía porque pero no tenía sentido. Si hubiera alguien cerca de ella lo podría encontrar como aguja en un pajar. Sí, eso era imposible pero no para la guerrera, no. Zoe era excelente rastreadora por lo cual esta sensación le parecía completamente extraña y poco razonables. Quizás solo eran ideas de ella, se repetía mentalmente. Lo más probable es que el cansancio le estaba pasando la cuenta. No dormía lo suficiente, solo lo necesario para recuperar las fuerzas para otra noche de trabajo sucio. No es que le gustara dormir poco, sino que las pesadillas la atormentaban cuando su cuerpo cedía y se entregaba por completo a las manos de Morfeo. Ese era su cruz que cargar, pero prefería mantenerlo en silencio. Estaba segura que indirectamente sus hermanas sabían, pero como todos los cadáveres que cada una cargara, este iba debajo de la alfombra con el resto. Se había instaurado una política de “tú no te metes con mis demonios y yo no me meto con los tuyos”. Todo después de un pequeño incidente donde había puesto en riesgo la relación de las cuatro, amenazando con romper ese gran grupo. Claro que como todo trato existía una regla que rompía con todo lo anterior. Si veían que los problemas de una de ellas le estaban afectando de tal modo que comenzaba a destruir su vida, no había más jodido trato, ni secretos ni mucho menos privacidad. Era más importante la vida de una de ellas que cualquier otra cosa.

Zoe miró una última vez por sobre su hombro. Se estaba comportando como una niñita que hiso alguna maldad. Lo único que veía era la enorme hilera se botes de madera que estaban varados en la orilla de la semi iluminada playa. El único foco presente era la luna, la cual se reflejaba majestuosamente en las olas del mar que iban y venían en un vaivén violento y tortuoso que se envestía a unos metros de la orilla, para luego llegar casi a los pies de la guerrera como agua tranquila y mansa. Realmente le gustaba este cambio, ignorando el hecho de esa presencia que la seguía. Aquí estaba todo tranquilo. Todos estaban encerrados en sus pequeñas casas y ningún pescador a la vista arriesgando su vida. Tampoco sobras. Se preguntaba cuanto tiempo le parecería entretenida la calma.

Se sentó en la húmeda y fría arena de la orilla a ver el espectáculo del mar. En Drakmoon la costa era helada en casi toda época, lo cual la haría más tenebrosa por las noches. Era como sentir el aliento de la misma muerte frotándose en tus mejillas. Por un momento cerró los ojos para sentir la fría brisa del mal. Le gustaba tener sus momentos a solas, pero eso implicaba que su mente iba por lugares donde no debía. Nunca era un descanso completo el estar sin compañía, porque debía mantener a sus pensamientos en la zona segura. Ahora solo pensaba en respirar el fresco aire, dejando que refrescara sus pulmones. La brisa movía su largo cabello azul que estaba amarrado en una cola para que no le estorbara si tenía que pelear con una sombra. Podía sentir como las largas hebras jugueteaba contra su cuello, generando una cálida caricia contrastando el ambiente húmedo. Pero el viento la hacía más notoria como si fueran dedos humanos. Dejó libre su cuello inclinando su cabeza un poco hacia atrás. Temía abrir los ojos y que esa sensación tan relajante terminada. Pero cuando sintió que esos dedos invisibles marcaban tan bien la línea de sus labios, abrió los ojos. Quedó paralizada por la sensación y por la especie de susurro que escucho en el momento exacto en el que salió del letargo. Se paró y miró hacia todos los lados buscando a la fuente de esa caricia. Pero no había nadie, estaba completamente sola. Maldijo mentalmente tocándose los labios aun incrédula por lo que había sentido.

- ¿Qué fue lo que me susurró?- murmuro para sí misma tratando de desfibrar lo que había escuchado. Pero como había sido todo tan rápido no captó a la perfección las palabras. Si, estaba muy jodida. Tenía que dormir un par de horas adicionales o para a la próxima su mente le jugaría otra mala pasada y en un peor momento.

Volvió a emprender el camino insistiendo en mirar hacia atrás. Se estaba volviendo completamente loca. Por lo menos solo faltaban dos horas para terminar su turno y ser interrumpida por el sol. Esas horas se le harían eternas.



Mel, apareció en un rincón oscuro del callejón. Las sombras estaban ahí, las sentía eran tres y estaban dispersas por todos lados. Ese era el problema con ellas, no podías verlas. Tal cual su nombre decía, habitaba en la oscuridad y no podían ser reconocidas ya que podían tomar forma a voluntad bajo su refugio. Eran parte de la oscuridad. El problema es que a la luz, ya fuera solar o artificial tampoco podrías reconocerlas pero esa era su maldición. Cuando el sol salía ellas dejaban de existir. Eran como almas en pena vagando por el mundo. No tenían almas, por lo que eran simples juegos de luz sin consistencia. Esa era la razón por la cual necesitaban a los vampiros y hombres lobos y en cierto modo a los humanos. Succionaban sus almas, sus sentimientos a través de su sangre, dejándolos como un cadáver vacio. Ellos transformaban en zombis a los demás. Podían seguir viviendo pero no sentían nada en lo absoluto, claro, si no morían desangrados. El quitarle sus almas les permitía caminar bajo la luz del sol y ser normales, malvados aun pero normales.

La guerrera estaba tan camuflada como ellos. No quería ser vista por los humanos que estaban con las vampiras, pero si quería ser percibida por ellas. Con un elegante moviente de su mano, hiso que una brisa la recorriera a ella, alborotando su cabello y fuera luego a donde estaba el grupo. Las vampiras inmediatamente sintieron su olor. Era una señal de alarma. Ningún vampiro seria así de descuidado frente a otro. Como lo pretendía, el grupo salió rápidamente del callejón a un lugar más concurrido. Simplemente perfecto, pensó la vampira. Solo eso bastó para que las tres sombras y la guerrera se hicieran visibles. Ella estaba rodeada de los tres, justo en medio del callejón.

- Buenas noches. No se ustedes pero creo que deben conseguirse una vida. tres sombras en un callejón? Muy sospechoso si me lo preguntan- dijo Mel con media sonrisa amable, característica de ella. A pesar del sus palabras, la amabilidad era su mejor amarga y la mejor manera de joder el humor de las sombras.

Dicho y hecho, las sombras sin mediar palabra se abalanzaron contra ella. La vampira podría llegar y dispararles a cada una y listo, trabajo hecho. Pero había una cosa de ellas que le impedía irse temprano a casa. Las sombras solo eran solidas cuando alguien las tocaba. Así que había que esperar que ellas se acercaran para poder atacar. Era un maldito dolor de trasero pero en eso ellos tenían la ventaja. La primera sombra corrió rápidamente hacia ella y la envistió con una potente tableada haciéndolos a ambos salir volando. Aun en el aire Mel giró su cuerpo para que fuera la sombra la que recibiera el imparto al llegar al suelo. Se paró rápidamente y le enterró una de sus dagas que guardaba en su bota directamente en el lugar donde debería estar el corazón. La sombra se desintegro como si nunca hubiera estado ahí, como si fuera polvo que se la lleva el viento. La guerrera no alcanzó a voltearse ya que la segunda sombra la tomó del cabello, tirando su cabeza hacia atrás y dejando libre su cuello.
- Ya que nos espantaste la cena, tu serás el remplazo- le susurró con voz tétrica y excitada a la vez al pensar en destruir a una guerrera. La sombra desfundó algo parecido a unos colmillos pero las grandes y los acercó a su cuello. Pero no iba a ser así de fácil. Aunque el rumor de que las guerreras estaban en la ciudad parecía haberse extendido por todo el mundo de las sombras, al parecer no sabían cómo combatir a una.
La vampira en esa misma posición, enterró la daga directamente en el muslo de la sombra, asegurándose de introducirla lo más profunda posible. La sombra calló de rodillas aun con el pelo de Mel en sus manos, haciéndola caer con él. Se giró rápidamente en el suelo sin importarle que eso tirara más de su cabello y tomando entre sus manos la cabeza de la sombra rompió su cuello de un movimiento. Solo un crujido y las terminaciones nerviosas de su cabeza se desconectaron de su cuerpo que se paralizó por completo, soltando el pelo de la guerrera que rápidamente sacó la daga de su muslo y la enterró en el pecho de la inmóvil pero aun viva sombra. Tal como la sombra anterior, este solo desapareció.
Mel, levantó su cabeza en busca de la tercera sombra pero esta ya había desaparecido. Maldijo por lo bajo quitándole la sangre a su daga favorita en su pantalón. Esa sombra les avisaría a las demás que con esas guerreras no se jugaba. Por un lado era bueno que se no atacarían tanto como antes pero eso las haría estar más prevenidos y preparados.

Ya estaba a una media hora de amanecer, lo podía sentir en sus venas. Ya era hora de marcharse, pero no sería la última vez que recorrería estos lugares. Ya sabía dónde encontrar a ese hombre y no le perdería la pista así de fácil. No sabía por qué y para qué, pero vendría a buscarlo. ¿Problemas?, si, ¿muchos?, demonios sí. Pero era el precio por su libertad. Y esos ojos azules le prometían algo así como un vale con un pase libre a donde ella deseara. Sin esperar más, la vampira se teletransportó a la mansión que usaban como cuartel general, sin poder quitar una amplia sonrisa de sus labios.

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